Reconocemos en ti el valor que le das a
tu formación académica, personal y social. Por este motivo, nuestra Institución
Educativa La Libertad de Bucaramanga
ayudará en la formación de los futuros
líderes inspiradores, que como tú sueñan con un mejor país, que con voluntad y
sensibilidad social crearán valor extraordinario en la era de la
transformación.
LA PEDAGOGÍA DEL AMOR
En la Institución Educativa la Libertad
de la ciudad de Bucaramanga, en su MISIÓN
ofrece una educación en preescolar,
básica y
media, trabajamos con criterios de
igualdad y libertad de expresión para fomentar la participación, la
convivencia y el desarrollo de habilidades del
pensamiento, fundamentada en la Pedagogía del Amor. En nuestra VISIÓN seremos identificados por
brindar una formación en valores, saberes y competencias; que promuevan la
convivencia armónica y la cultura ambiental.
El amor es el principio pedagógico esencial. De muy poco va a servir que un educador se haya graduado con excelentes calificaciones en las universidades más prestigiosas, si carece de este principio. En educación es imposible ser efectivo sin ser afectivo. No es posible calidad sin calidez. Ningún método, ninguna técnica, ningún currículo por abultado que sea, puede reemplazar al afecto en educación. Amor se escribe con “a” de ayuda, apoyo, ánimo, aliento, asombro, acompañamiento, amistad. El educador es un amigo que ayuda a cada estudiante, especialmente a los más carentes y necesitados, a superarse, a crecer, a ser mejores.
Amar significa aceptar al estudiante como
es, siempre original y distinto a mí y a
los demás estudiante, afirmar su valía y
dignidad, más allá de si me cae bien o mal, de si lo encuentro simpático o
antipático, de si es inteligente o lento
en su aprendizaje, de si se muestra interesado o desinteresado. El amor genera confianza y seguridad. Es muy
importante que el niño se sienta en la escuela, desde el primer día, aceptado, valorado y seguro. Sólo en una atmósfera de
seguridad, alegría y confianza podrá florecer
la sensibilidad, el respeto mutuo
y la motivación, tan esenciales para un aprendizaje autónomo. Hacer
niños felices es levantar personas buenas. Educar es un acto de amor
mutuo. Es muy difícil crear un clima
propicio al aprendizaje si no hay relaciones cordiales y afectuosas entre el
profesor y el estudiante, si uno rechaza o no acepta al otro.
El amor es también paciente y sabe
esperar. Por eso, respeta los ritmos y modos de aprender de cada estudiante y
siempre está dispuesto a brindar una
nueva oportunidad. La educación es una siembra a largo plazo y no
siempre se ven los frutos. De ahí que la paciencia se alimenta de esperanza, de
una fe imperecedera en las posibilidades de superación de cada persona. La
paciencia esperanzada impide el desánimo y la contaminación de esa cultura del
pesimismo y la resignación que parecen haberse instalado en tantos centros
educativos. Para ser paciente, uno tiene que tener el
corazón en paz. Sólo así será capaz de
comprender, sin perder los estribos,
situaciones inesperadas o conductas inapropiadas, y podrá asumir las
situaciones conflictivas como verdaderas oportunidades para educar. La
paciencia evita las agresiones, insultos o descalificaciones, tan comunes en el
proceso educativo cuando uno “pierde la paciencia”. El amor paciente no etiqueta
a las personas, respeta siempre, no
guarda rencores, no promueve venganzas; perdona sin condiciones, motiva y
anima, no pierde nunca la esperanza.
Amar no es consentir, sobreproteger,
regalar notas, dejar hacer. El amor no
se fija en las carencias del estudiante sino más bien, en sus talentos y
potencialidades. El amor no crea
dependencia, sino que da alas a la libertad e impulsa a ser mejor. Busca el
bien-ser y no sólo el bienestar de los demás. Ama el maestro que cree en cada estudiante
y lo acepta y valora como es, con su cultura, su familia, sus carencias, sus
talentos, sus heridas, sus problemas, su lenguaje, sus sueños, miedos e
ilusiones; celebra y se alegra de los éxitos de cada uno aunque sean parciales;
y siempre está dispuesto a ayudarle para que llegue tan lejos como le sea
posible en su crecimiento y desarrollo integral. Por ello, se esfuerza por
conocer la realidad familiar y social de cada estudiante para, a partir de
ella, y a poder ser con la alianza de la familia, poder brindarle un mejor servicio
educativo. Algunos, en vez de hablar de la pedagogía
del amor, prefieren hablar de la pedagogía de la ternura para enfatizar ese
arte de educar con cariño, con sensibilidad, para alimentar la autoestima,
sanar las heridas y superar los
complejos de inferioridad o incapacidad. Es una pedagogía que evita herir,
comparar, discriminar por motivos religiosos, raciales, físicos, sociales o
culturales. La pedagogía de la ternura se opone a la pedagogía de la violencia
y en vez de aceptar el dicho de que “la letra con sangre entra”, propone más
bien el de “la letra con cariño entra”;
en vez de “quien bien te quiere te hará llorar”, “quien bien te quiere te hará feliz”.
La
pedagogía del amor o pedagogía de la
ternura es reconocimiento de
diferencias, capacidad para comprender y tolerar, para dialogar y llegar a
acuerdos, para soñar y reír, para enfrentar la adversidad y aprender de las
derrotas y de los fracasos, tanto como de los aciertos y los éxitos. La ternura
es encariñamiento con lo que hacemos y lo que somos, es deseo de transformarnos
y ser cada vez más grandes y mejores. Por esto, ternura también es exigencia,
compromiso, responsabilidad, rigor, cumplimiento, trabajo sistemático,
dedicación y esfuerzo, crítica permanente y fraterna. En consecuencia, no
promueve el dejar hacer o deja pasar, ni el caos, el desorden o la
indisciplina; por el contrario, promueve la construcción de normas de manera
colectiva, que partan de las convicciones y sentimientos y que suponen la
motivación necesaria para que se cumplan.
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¡ E X T R A O R D I N A R I O !